En el milanes opera
desde hace algunos años “Selva Urbana”, una asociación ambientalista sin
ánimo de lucro, nacida en 2014, que ya ha sido capaz de plantar unos 5.000
árboles en el área metropolitana de Milán. Forman parte de "Selva
Urbana" más de 100 activistas medioambientales que, por formación,
provienen de sectores diversos pero que se comprometen voluntariamente a
valorizar el territorio urbano a través de la creación de bosques. Lo hacen en
forma de comunidad, a través de la diversión y la creatividad.
Su objetivo coincide con el de aquellos
que buscan la reforestación urbana para reducir el CO2 en el aire
contra el cambio climático y recrear espacios verdes para la ciudadanía. Los
proyectos de "Selva Urbana" se basan en pequeños bosques compuestos
por 50 a 600 árboles forestales por área, pero que forman ecosistemas capaces
de valorizar también pequeñas porciones verdes de ciudades.
La asociación
colabora con las Administraciones locales poniendo luego los bosques a
disposición del territorio que luego los cuida permitiendo el crecimiento y el
éxito del proyecto. En sus proyectos, la asociación también recibe el apoyo de
patrocinadores locales. Cualquiera puede hacerse socio de "Selva
Urbana", partidario haciendo una donación, donar su propio 5x1000 o
convertirse en embajador de la asociación haciendo crecer la red también en
otros territorios. Desde 2017 "Selva Urbana" forma parte del 1%
for the Planet, movimiento
mundial colector de organizaciones con ánimo de lucro y sin ánimo de lucro con
la tarea de ayudar a afrontar los problemas más urgentes que nuestro planeta
está afrontando.
Selva Urbana
también ha elaborado su propio manifiesto de intenciones, en siete puntos, que se centra en la
misión de la asociación. En primer lugar, por supuesto, la silvicultura urbana,
seguida de la voluntad de llevar la educación ambiental a las escuelas. En
tercer lugar, la protección del medio ambiente y de la biodiversidad ocupa un
lugar central en las actividades organizadas; en cuarto lugar, la promoción de
buenas prácticas para el crecimiento sostenible; en quinto lugar, la
responsabilidad medioambiental, con la voluntad de reintegrar el ambiente en la
conciencia antropológica y social; en sexto, la promoción del voluntariado como
elemento de solidaridad y agregación y mejora del territorio. Por último, la
sostenibilidad económica con el objetivo de hacer de la naturaleza una
inversión atractiva para los mercados financieros.